NOTA DE CATA
Color
Limpio, límpido y brillante. Color granate con reflejos rubí, con intensidad de capa alta. Muy agradable a la vista.
AROMA:
En nariz se presenta un vino tremendamente frutoso y con una seductora colección de notas balsámicas propias de la misma crianza. Los aromas de la fruta con mermelada como las ciruelas y los higos, quedan perfectamente equilibradas con los toques de chocolate y de tras fondo las notas ahumadas más minerales.
GUSTO:
Entrada en boca muy cálida, pero bien armonizada. Donde se percibe untuoso, con volumen y unos taninos amables y muy maduros. Final largo, corpulento y de una gran persistencia.
MARIDAJE
Armonía perfecto con platos de potencia gustativa alta, como pueden ser (para empezar) platos típicos de la zona; "Ternasco asado", pollo al "chilindrón", bacalao al "ajorriero", "codillo" al horno, etc ...
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La garnacha es una de las variedades que mejor expresa su terruño. Por este motivo, dentro de la misma denominación de origen Campo de Borja, las Garnachas de Alto Moncayo son diferentes de las del resto de la misma zona. Esto se debe a la selección tan estricta que se hace de los viñedos, al tipo de suelo donde están implantadas, el microclima y la edad de la viña. Y al tratar de viñas viejas son cepas muy equilibrados, con un sistema radicular muy profundo.
Los suelos donde se ubican estos viejas cepas de Garnacha, son glacis, o suelos de piedemonte de las sierras de Ainzón, Fuendejalón y Tabuenca, muy pedregosos, con cantos poco rodados, de calizas o margas, dolomías, cuarcitas y pizarras. Son suelos muy permeables, que hacen que las aguas de escorrentía se filtren hasta las capas arcillosas más profundas.
Esta proximidad del Moncayo es la que otorga a la zona un clima continental frío y seco de influencia atlántica en invierno y mediterránea en verano, con diferentes microclimas dependiendo de la altitud en que se encuentre la viña. Así nos podemos encontrar con precipitaciones medias de 250 mm / año en las zonas bajas y de 350 mm / año en las zonas más altas de Tabuenca. Son zonas endurecidas por "El Cierzo", un viento dominante del Noroeste que acelera la evaporación de las escasas precipitaciones.
Todos estos factores, unidos a la localización de los viñedos en zonas de entre 500 y 800 metros de altitud, donde la madurez es muy pausada, hace que se consigan vinos de gran frutosidad y mineralidad.